Este reto del módulo 2 he decidido dedicarlo a las mujeres mineras en Asturias, por ser la provincia de la que yo procedo y porque me parece un ejemplo más de cómo la mujer ha sido invisibilizada en un sector concreto y donde nuevamente ha tenido que luchar en condiciones muy desfavorables.
En Asturias la minería comenzó a
desarrollarse en la segunda mitad del siglo XIX y desde sus comienzos las
mujeres han estado presentes en esta industria, ya en 1883 trabajaban en las
minas asturianas 616 mujeres. En principio realizando trabajos esporádicos,
pero pronto se convirtieron en auténtico proletariado, modificándose los modos
de vida y de vivienda al trasladarse al lado de las minas.
Los empresarios por su parte, aprovechaban
una mano de obra menos conflictiva y de la que podían prescindir sin problemas,
ya que las organizaciones obreras no les daban importancia, y sobre todo que
cobraban la mitad que los hombres con el mismo rendimiento.
A pesar de esto, las mujeres (y también los
niños) tuvieron que abandonar cualquier labor de interior debido a la presión
social, las denuncias de las organizaciones obreras y sucesivas leyes
prohibiendo toda labor de interior.
Sin embargo, a los empresarios esto no le
importó porque necesitaban gente para lavar y escoger el carbón para hacerlo
más competitivo, y este trabajo, el mas insalubre y nocivo para la salud,
recayó sobre las mujeres. Así que a finales del siglo XIX, las mujeres
trabajaban solo en el exterior, en turnos de día y de noche y sin ganar más por
este hecho, siendo su salario la mitad que el de los hombre y menor que el de
los chicos.
Con estos salarios bajos y ocasionales, las
mujeres, al contrario que los hombres, no podían independizarse y continuaban
sujetas a sus familias, primero como hijas, luego como esposas. Y desde luego no podían acceder a estudios en
las escuelas para adultos como si podían hacer los hombres. De hecho, hasta
1973 cuando Raquel Fernández terminó su carrera, no hubo una primera mujer
perita, hecho que provocó revuelo social y burlas de diverso tipo.
En este cambio social desde el mundo
campesino y tradicional, el papel de las mujeres se transformó y pasó a ser el
de madres y cuidadoras dependientes del hombre tanto económica como
psicológicamente, así que su trabajo en la mina se mantenía en muchos casos
hasta que se casaban.
En 1914 estalló la guerra y la demanda de
carbón hizo que aumentara la necesidad de mano de obra en las minas con jornadas
mínimas de 12 horas diarias. Pero en 1918 con el final de la misma, muchas
mujeres tienen que volver a sus casas o trabajar en peores condiciones aún.
En los años 20 del siglo pasado con la
aparición del cine y las revistas, así como por la presión de la iglesia, se
empieza a difundir un concepto de mujer, en la que la mujer minera sería su
antítesis, fomentando que se las viera como algo vergonzoso y sucio.
A pesar de esto, a partir del 37 se vuelve a
necesitar mano de obra en las minas y se vuelve a incrementar el número de
mujeres.
En los años 50 y 60 se centralizan los
lavaderos de carbón y las mujeres son recolocadas en puestos de limpieza,
comedores, oficinas, etc.
Y así saltamos hasta los años 80 y nos vamos
a situar en la empresa pública Hunosa, que por aquellos años era un motor de la
economía asturiana donde se empleaba a miles de trabajadores.
En aquellos años y en un contexto de altas
tasas de paro, se llevan a cabo por dicha empresa, sucesivas convocatorias directas
de empleo a las que por supuesto acuden mujeres, que quedan fuera bajo pretexto
de una norma de la Organización Internacional del Trabajo de 1897, a la que ya habíamos
hecho referencia en párrafo anterior, que prohíbe el trabajo de las mujeres en
el interior de las minas.
Este argumento, que solo tenía por finalidad
dejar a las mujeres fuera de las minas, a pesar de que muchas de ellas superaron
las pruebas para acceder. Pero nuevamente las minas necesitaron trabajadores,
así que al final recurrieron a la mano de obra femenina, pero solo como
personal de exterior, en ningún caso bajando a los pozos.
En este contexto se emprenden
varías acciones legales por parte de mujeres, para lograr la igualdad de
derechos y oportunidades con los trabajadores hombres. Las primeras no prosperaron,
pero en el año 1987 Concepción Rodríguez Valencia, candidata rechazada por la
empresa en varias ocasiones, a pesar de haber superado las pruebas de acceso,
inicia una acción legal que llegará hasta el Tribunal Constitucional y que finalmente
fallará a su favor, y por tanto, en el de todas las mujeres que pretendían el
acceso a la mina. Es el año 1992.
La información utilizada para escribir este artículo la he obtenido de:
- El libro Asturias y la Mina de Montserrat Garnacho, Ediciones TREA
- Entrevista realizada a Concepción Rodríguez Valencia publicada en la página www.montepio.es y en la revista Montepío de la Minería Asturiana
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